Estamos a 24 de diciembre. Fuera está nevando desde hace una semana. Los vecinos del barrio son despiertos por las risas de los chicos que están jugando bajo la blanca nieve.
Apenas
son las siete cuando Julia abre los ojos y de un salto se pone la ropa. Su
hermanito, Martín, ya se ha despertado y tranquilitamente la espera en su cama.
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Vamos, vamos, tenemos tanto trabajo! Levántate!
Los dos
niños se lanzanal salón y sacan la decoración navideña del armario.
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Tú pon las guirnaldas y yo voy a recortar copos de nieve, luego,
juntos, vamos a adornar el abeto, ¿vale?
Los
niños se ponena trabajar febrilmente. Sin darse cuenta, absortos en su
misión, la manecilla del reloj enseña las doce. Su madre, soñolienta, se
presenta al salón y los saluda.
- Mamá, ¿vamos a cocinar? – le pregunta
Martín.
- Sí, sí, empezamos, que ya hemos tardado
bastante… - contesta esta, sonrienta. – tenemos que preparar un número impar de platos
diferentes. Primero pondremos los frijoles que estos tardaran todo el día en ablandar,
luego haremos los sarmi (niños empanados), pero, ¿os acordáis? No se come carne
esta noche, ¿verdad?
Los
preparativos siguen intensamente. El abeto artificial ya esa decorado con
guirnaldas, pequeños juguetes de cristal y unos cuantos cortes de papel hechos
por los niños. Pequeñito, el árbol navideño parece una pequeña estrellita de
alegría que ha descendido desde sus aposentos celestes para inundar
de felicidad con su belleza el salon de la familia.
Las ventanas ya están cubiertos de
copos de nieve, hechos de papel blanco: pequeños y más grandes, originales y no
tanto,¡ pero colgados con tanto cariño y esmero! Bueno, en realidad algo
exagerada la decoración, pero resultado del entusiasmo de los niños.
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¿Quién me va a ayudar a hacer los sarmi?
-
- ¡¡¡Yo, yo, yo!!!
. Los peques se sientan a la mesa y
escrupolosamente se ponen a empanar en las hojas de la col agria la mezcla de
arroz y aderezos. Se rellenan tambien unos cuantos pimientos y luego se pone todo
al horno por una hora y media. Habiendo
preparado los sarmi, la familia se ocupa de la sopa de frijoles. En una ola de
alta tensión la sopa está preparada en menos de veinte minutos. Falta solamente
la torta de las suertes. Todo el mundo toma parte en la preparación: la madre
prepara la masa de harina con agua, harina, bicarbonato de sodio y sal; faltan
los huevos, la nata y el yogurt, pues es imprescindible que la comida sea
vegetariana. Una vez formada la masa de harina, Martín se ocupa de amasarla
bien, tirándola a la mesa cien veces. Luego Julia reparta las cinco suertes: el
botón, el palo, el cornejito, el frijol y la moneda. Se deja la inhorneada
torta a reposar y la familia pone la mesa.
Primero
se barra el suelo, luego se traen mantas que se ponen al lado del abeto, sobre
el suelo que estará de mesa esta noche. Finalmente se pone el mantel. ¡Empiezan
los últimos preparativos!
Se pone
el candelero a la ¨mesa¨, se pone la sopa de frijoles y los niños empanados. La torta se está asando. Se ponen manzanas,
nueces y naranjas, palomitas, agua potable y vino. Ya todo está casi
preparado para la cena solemne.
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- ¡Al baño! – ordena la madre. Uno tras otro todos los familiares se
duchan y se ponen alguna prenda nueva (por ejemplo calcetines :) ). Se trae el regalo para la
casa: cualquier cosita pequeña comprada especialmente para la fiesta y se pone
a la mesa. Luego todo el mundo mete debajo del mantel su cartera que
permanecerá allá hasta el día siguiente. La torta está lista y la familia se
sienta a la mesa. Apagada la luz, encendidas solamente las velas, nadie puede
levantarse hasta que termine la cena.
La
madre va distribuyendo la torta. El primer trozo es para la cabeza de la
familia. La segunda se da a Julia, la tercera a Martín. Entonces el resto se
divide entre la Virgen (pediéndola que vele al hogar) y la casa. Todo el mundo
se pone a buscar las suertes repartidos por Julia. El botón significa mucha
ropa, el palo es el éxito, el frijol: la fecundidad (en sentido literario y
figuardo :) )
, el cornejito es la salud y la moneda: el dinero. Una vez localizados, las
suertitas se dejan debajo del abeto y la cena sigue en paz.
Uno
tiene que probar de todos los platos. Por un momentito se instala un silencio
masticadoso. Las conversaciones que siguen son triviales, comentarios etc. Después
de haber comido bien, se organiza el juego Chift i tek (par e impar). Se dividen
las nueces entre los comensales. El juego consiste en apostar nueces. Cuando a
uno le toca, él coge unas cuantas nueces y le pregunta a su compañero ¨¿par o
impar?¨. Si el compañero acierta, toma las nueces, si no, le da la misma
cantidad de nueces. Gana este que logra acumular todas las nueces de sus
compañeros (engañar sin que te pillen es parte del juego).
Al
final de la cena, los comensales se levantan todos juntos y hacen tres vueltas
alrededor de la mesa. Sin encender la
luz se encienden velas con las que todo el mundo pasa por la casa, entrando en
cada una de las habitaciones e iluminándola. Se hace la sañal de la cruz tres
veces. Cuano haya terminado el recorrido, se apagan las velas y se enciende la
luz.
Lo que
sigue es, normalmente, acostarse. La mesa sobre el suelo se deja así.
Por la
noche Papá Noel entra y deja los regalos bajo el abeto. Al día siguiente los
chicos los encuentran.
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¿Vamos a casa de los abuelos? – pregunta Martín.
Desde
luego que sí. El 25 de diciembre, Navidad, está dedicado a los parientes. Se
visita la casa de los abuelos, tíos o lo que sea, se reparten regalos, se
sirven guisos de carne :) y, claro, se preparan uno tipo de dulces,
llamados kolacheta que se hacen de la misma masa de harina que
se utiliza para la torta navideña, pero contienen un poco de azúcar y vienen en
formas diferentes y divertidas. Los tres días por las casas recorren los
koledari (los que dan Navidad) e intentan entrar y cantar villancicos.
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¡Que siga nevando! ¡Vamos a jugar! – gritan los niños con los ojos
llenos de alegría. Es, al fin y al cabo tiempo de reposo, de vacaciones,
cuando todo el mundo se dedica a festejar.